el próximo viaje

Desde la ventanilla se ve como un campo de estrellas sobre la superficie de la tierra. Las luces de Sana’a no siguen un dibujo reticulado como en otras ciudades. Sólo cuando se adivinan las avenidas que la circundan.

El aeropuerto de Sana’a, desde la pista, parece un aeropuerto pequeño de una ciudad de interior. Un edificio pequeño y bajo, la pista y su torre. Hasta allí­ las similitudes.

Una vez dentro de la única terminal, se nos viene el tiempo (pasado) encima. Mi recomendación es que no te demores en bajar del avión. Para entrar te pedirán en las ventanillas de Migración, que presentes una Visa. Una pequeña tarjeta que ya te dieron abordo para que completes con tus datos.

Debes presentarla junto con tu pasaporte en una ventanilla oxidada que se encuentra a la izquierda del hall. El funcionario uniformado se tomará su tiempo para examinar una y otra vez cada página de tu pasaporte, te mirará fijamente para ver si la cara que traes es la misma que la del pasaporte, pondrá un sello y luego otro para comenzar a hojear una vez más el pasaporte… Y la fila de pasajeros se alarga a tu espalda.

El trámite es gratuito, él se quedará con tu tarjetita y te dará un papel llenado a mano con tus datos y el sello correspondiente. De allí­ pasar a las ventanillas de Migración donde volverán a mirarte con detalle el pasaporte y tu cara, claro.

Bienvenidos a Yemen.

Dos metros mas adelante, camino a las cintas de recogida del equipaje, dos señores sin uniforme de nada, vuelven a hacer lo mismo: pasaporte, cara, foto.
Ahora toca pasar por el control de seguridad: un arco precario y un túnel de rayos X para el equipaje de mano.

La operación se realiza bajo la atenta y curiosa mirada de unos cuantos señores sin uniforme y fumando tranquilamente.

Se nota que no están acostumbrados a la llegada de turistas con frecuencia. Empezamos a ser el centro de las miradas. Esta sensación se repetirá allí­ donde vayamos. Más adelante nos enteramos que la llegada de 7 “periodistas” ha sido noticia en la televisión local (!) y que en toda la capital, con unos 2 millones de habitantes, hay en estos momentos sólo un puñado de extranjeros que no llegan a los 30.

Aquí­ les cuento un detalle: los funcionarios relacionan directamente el tamaño de la cámara de fotos que llevas con tu profesión. Quiero decir que si tienes una cámara grande, con objetivos y demás chiches, los funcionarios suponen que eres periodista. Y si es así­, tu entrada debe ser autorizada previamente por el MInisterio de Prensa o algo así­ en un burocrático trámite que puede llevar dí­as.

Por lo tanto si te preguntan cómo te ganas la vida al ver tu equipo fotográfico, puedes decir lo que quieras: marketing, publicista, banquero o top model. Da igual. Pero no digas que eres periodista si no quieres perderte una hora extra mientras tu pasaporte pasa por varias manos poniendo tu paciencia a prueba.

Finalmente recogimos nuestro equipaje y salimos de la estación aérea seguidos por unas decenas de ojos curiosos.

Allí­ nos esperaba Mahmud, nuestro guí­a yemení­ con un magní­fico español aprendido durante una larga estadí­a en Cuba, cuyo propósito no intentamos averiguar.

Actualización: el visado de visita turí­stica normal a Yemen debe gestionarse con anterioridad a la llegada. Para hacerlo hay que dirigirse a la embajada de Yemen en tu paí­s, y si no la hay, tramitarla a través del operador turí­stico que te vaya a dar los servicios. La tramitación puede tardar unos dí­as. El costo en la embajada en España es de unos 20 euros. Tramitándolo por el operador, será un poco más. Pueden tomar contacto, por ejemplo, con el operador que nos atendió en Yemen: Universal Touring Company, hablan español, italiano e inglés, y nos han atendido a cuerpo de rey.